A continuación os dejamos unas líneas escritas por José Ángel Gutierrez dedicadas a nuestras chicas por su gran actuación en el Duatlón de Sevilla donde coparon la 1º posición por equipos así como el podium absoluto al completo.

¡¡Va por vosotras!!

Todas murieron en el incendio de la fábrica. Eso fue hace mucho tiempo, o quizás muy poco; lo que sabemos es que su sacrificio, involuntario, su tragedia, no fue suficiente para que todo cambiara, para que la invasión masculina del mundo cediera.Hoy algunas mujeres han montado en bicicleta en la llanura asiática, en la misma que alguna vez Gengis Khan cabalgara a sangre y fuego. En la misma tierra en la que, ¿unos hombres?, están destrozando los últimos vestigios de las civilizaciones más antiguas. Unos hombres, ¿merecen ese nombre?, que se creen mejores que las mujeres.En los dos últimas Olimpiadas el número, y el valor, de las medallas femeninas españolas ha sido superior al de las masculinas. Algunos dicen que nos han dado para el pelo, y yo pienso, ¿a quiénes?, ¿a los españoles?, ¿a los hombres españoles?… Discriminación encubierta porque parece que sus logros son los de niñas pequeñas, desvalidas, los de personas que se lo merecen porque, como son poquita cosa; porque parece que las selecciones las de verdad, las absolutas, son las de hombres.Ayer las isbiliyas coparon el podio en Sevilla. Y hay quien piensa que nos ganaron por la patilla, que nos superaron. Yo, su triunfo, lo he sentido como el de mi club, como el de mis compañeras, como el de las inalcanzables.  El título de esta entrada podría dar a entender que donde hay mujeres hay romance. Con ellas es verdad, hay romance, amor, pasión. La que sienten por el deporte, por estos bellos deportes, el atletismo, el ciclismo, el duatlón, el triatlón. Son constantes, ágiles, fuertes, elegantes; son, como se repite en mi impresión de los elegidos, aristocráticas. Y la discreción de la primera, la rabia y las ganas de la segunda y la humildad de la tercera son ejemplo para mí de lo que debemos hacer, todos. Trabajo, constancia, entrega, sacrificio. Amor, pasión.261 es un número impar. Un número mítico, pero que no tiene nada de magia. Su poder proviene de una mujer, como todos los poderes y saberes de este mundo, del dorsal de la primera mujer que corrió el maratón de Boston, de la que se atrevió a desafiar a los que decían que la mujer no podría soportar el mismo esfuerzo que Filípides. Pero, ¿se atrevería cualquier árbitro de estos a parir?, ¿a soportar los dolores del parto?, ¿a desafiar a una sociedad machista? Gracias al 261, y al 8 de marzo, hoy, ayer, mañana, habrá podios femeninos. Gracias a eso seguiremos disfrutando de las poderosas, y elegantes, zancadas de nuestras compañeras. Gracias a eso sentiremos su triunfo como el nuestro. Porque el suyo es un triunfo absoluto.Yo, por una mujer, mi madre, ayer no pude competir en el Duatlón. Eso no me hace mejor, solo correspondo, con poco, a lo que ella me ha dado.Ellas, las ganadoras, hablaban el día de antes de García Márquez, de decepciones previas, de buenas sensaciones. Y llegaron a la prueba, la dominaron, la reventaron. Y acabaron, como decía el colombiano, convirtiendo la carrera en una amable geografía, sin ecuaciones algebráicas, sin despedidas, sin fuerzas de gravedad.  Ellas, nosotros, el Isbiliya, estamos orgullosos. Orgullosas.

Gracias.