Ricardo Sánchez Baamonde es uno de nuestros Triatletas más representativos. Muy activo en redes sociales y uno de los presentadores de las Galas Anuales del Club. Este año gracias a su blog «Diario de un Campista» se le presentó la oportunidad de hacer el 1/2 Ironman 70.3 de Barcelona. A partir de aquí mejor nos lo cuenta él mismo. Esperamos que os guste:
«El pasado fin de semana (del 19 al 21 de mayo) tuve la oportunidad de vivir la aventura deportiva más importante a la que me he enfrentado llevando los colores de mi club: el Ironman 70.3 de Barcelona. Ya en el pasado había podido correr retos exigentes, como por ejemplo el Maratón de Sevilla 2013 o la Algarve Bike Challenge de este mismo 2017, pero jamás había estado tan concienciado con que tendría que llevar una buena preparación si quería correr una prueba con un mínimo de garantías y seguridad. Esto se debe a que este triatlón de media distancia suponía el nadar 1,9 km, pedalear durante otros 90 km con 1500m de desnivel acumulado y terminar corriendo una media maratón al lado de la playa y en pleno mes de mayo (yo suelo deshidratarme con mucha facilidad y el correr una distancia así al mediodía podría afectarme mucho).
Mi camino hacia el Ironman 70.3 de Barcelona
De tal manera corría el mes de diciembre cuando le pregunté a Samer si debía correr esta carrera. Sinceramente estaba muy preocupado con lesionarme o con que el reto me viniese demasiado grande. Tras una buena conversación sobre el tiempo que tendría para entrenar cada día, mis objetivos de cara al medio Ironman y qué pruebas había ido haciendo a lo largo de 2016 me tranquilizó bastante y me dio unas pautas para que el entrenamiento fuese todo un éxito de cara al gran día. Así comenzaron unos meses muy bonitos, aunque duros, siguiendo en la medida de mis posibilidades los entrenamientos del Grupo 1. Días en los que llovía, hacía frío, en los que tenía que hacer malabares para que todo cuadrase, seguir a pesar de problemas con el trabajo y muchas otras cosas se veían recompensadas al ver que perdía peso, que mi forma física mejoraba y que también me valían para pasar un tiempo de calidad con mis amigos y compañeros del club.
La mala suerte no se escaparía de mi camino, ya que la semana antes de la carrera caí enfermo con una gastroenteritis que me dejó prácticamente KO por tomarme un pescado en mal estado. Dentro de lo malo confiaba en las posibilidades de recuperarme, ya que siempre he tenido de mi lado una buena salud y cierta facilidad para superar las enfermedades, así que me encomendé al trabajo bien hecho y puse toda mi fe en que me recuperaría para el día de la carrera (de hecho hasta el mismo día de la carrera no me terminé de sentir bien).
Mi fin de semana en Calella
Así fue pasando el tiempo hasta que llegó el fin de semana esperado. Por suerte tuve la oportunidad de irme el viernes a Calella, cuando la carrera tenía lugar el domingo, para poder estar allí con mis amigos de Triatletas en Red acostumbrarme al hotel, estar más tranquilo en la charla técnica, aclimatarme al lugar y tener más margen para que llegase mi bicicleta (que mandé por mensajería para ahorrarme problemas con el vuelo). Nada más entrar en Calella, la ciudad te recibe con una vista panorámica de la playa con la zona de meta, varias carpas de la organización y la feria del corredor a lo largo del paseo marítimo.
La primera impresión para mí fue sobrecogedora, ya que absolutamente todo estaba montado a lo grande. Las carpas, la zona de transición, la llegada a meta, los puestos de la feria del corredor, la tienda oficial de Ironman… Era algo que jamás había visto en un triatlón y ya antes de correr nada te daba la sensación de que estabas viviendo algo importante y de que formabas parte de algo grande. Durante el fin de semana pude ver a varios de los mejores triatletas del mundo como el primer campeón de mundo ITU español Iván Raña, el campeón del mundo Ironman 2013 Frederik Van Lierde, la doble campeona del mundo de duatlón Emma Pallant o Jan Frodeno, doble campeón del mundo Ironman, campeón del mundo Ironman 70.3 y oro olímpico en Pekín, entre muchos otros profesionales internacionales (Camila Pederse, Patrik Nilson, etc.) y nacionales (como Cesc Godoy o Anna Noguera).
Tras ir subiendo fotos a mis redes sociales no paré de recibir mensajes de ánimo y apoyo por parte de todos mis amigos del club y eso hizo que me sintiese aún mejor con todo lo que estaba viviendo. De hecho, aproveché para ir a la tienda oficial de Ironman y traerle un par de obsequios a nuestros compañeros David Luengo y Julio Auden, ya que dentro de poco les veremos cumplir algunos retos muy interesantes dentro de las pruebas que organiza la franquicia norteamericana… Pero bueno, llegados a este punto todo estaba dispuesto para que fuese una prueba que iba a recordar muchos años.
El Ironman 70.3 de Barcelona
La zona de transición la cerraban a las 6:55 de la mañana y los profesionales empezaban a correr a las 7:00, por lo que para hacer una buena digestión me levanté a las 4:30 de la mañana en el hotel. Me enfundé el mono y me fui a desayunar con cierta tensión, ya que no paraba de pensar en qué material se me podría olvidar en la habitación (pues la mayor parte del material la tuvimos que dejar ya colocado en la transición durante el día anterior), qué necesitaría o simplemente pensaba en aparcar los nervios y mantener la calma. A las 6 con todo listo comencé la caminata hacia la zona de salida. Había un kilómetro entre hotel y zona de salida, ya amanecía por Calella con un cielo rojizo precioso, el día se había levantado bastante fresco y por el paseo marítimo había una procesión de triatletas y familiares que nos hacía sentir como parte de una hermandad de locos a los que nos gustan estas cosas. Yo aproveché para grabar algunos vídeos, aunque en su mayor parte me dediqué a saborear el momento. Éste fue un disfrute que continuó cuando llegué a la zona de transición. Realmente éste fue uno de los momentos que más me gustaron de mi experiencia en el IM 70.3, ya que estar ahí a primera hora de la mañana, a punto de hacer lo que más me gusta, situados en un campo de fútbol habilitado para dejar las bicicletas con una carpa para cambiarte de disciplina a disciplina, con personas de todo el mundo hiperconcentradas en lo que estaban haciendo (ya bien fuese poniéndose el neopreno, realizando los últimos ajustes a su bicicleta, ajustándose el casco, las gafas o simplemente asegurándose de dónde lo tenían todo para poder tomar referencias), hacía que ese instante tuviese un toque místico que no se me va a olvidar en la vida.
Tras realizar las comprobaciones pertinentes en mi material, asegurarme de que todo estuviese perfecto, saludar por última vez a mis amigos, me dispuse a ir hacia la zona de salida. Este año Ironman estrenaba un nuevo sistema de salidas llamado Rolling Start, bajo el cual una vez comenzaba cada cajón de salida, salían los atletas de 6 en 6 con unos tres segundos de demora entre sí. De esa manera se garantizaban menos golpes en el agua y una menor aglomeración en las transiciones y en los primeros kilómetros de bici (cosa que a mi parecer funcionó bastante bien).
En mi caso el sector de natación fue el que se me dio mejor. Aunque llevábamos neopreno la temperatura era perfecta (de hecho era una de esas situaciones en las que se está mejor dentro del agua que fuera), el agua estaba superclara y no hubo demasiados golpes. Eso sí, algún que otro pinchazo en el estómago sí que sufrí, por lo que al ver que no había superado del todo la gastroenteritis, decidí no forzar demasiado la maquinaria y no arriesgar.
Terminado el sector de natación, me fui a la transición con una calma superlativa. Me cambié con tranquilidad, cogí el casco, los geles, barritas y dejé mi bolsa con el neopreno, gafas y gorro en la carpa de transición. Por suerte mi bici era muy fácil de localizar y no me costó demasiado salir sin contratiempos.
El sector de bicicleta a mi parecer fue el más impactante y representativo de esta prueba. Si bien comenzábamos en un terreno relativamente llano y apacible al margen del mar, pasados los primeros kilómetros y antes de que te pudieses dar cuenta, dábamos un giro de 90º. Así nos dirigimos hacia el interior, donde nos esperaban tres subidas de cierta entidad en plena sierra. El circuito a mi parecer era precioso, rodeados de vegetación y naturaleza, viendo el mar desde sitios privilegiados, bajadas trepidantes y un entorno que enamoraba. Éste fue mi mayor disfrute, ya que este año lo que más entrené fue el sector de bici, el recorrido estaba siendo espectacular y a pesar de que de vez en cuando me pinchaba el estómago al acoplarme, las sensaciones sobre mi Mettacarbon estaban siendo excepcionales. Durante estos kilómetros me acordé muchísimo de todos los compañeros de club: mis salidas con Pedro, de los palos con Bermúdez, los días en los que ayudaba a Samu a comenzar con esta disciplina, de los consejos que me daba Álvaro Dueñas el año pasado, de Pedro Jara, Manolo Botello y todos los piratas, de Jaime Romero por ser mi compañero de aventuras encima de la bici, de Ale Orellana con nuestros viajes por Andalucía hacia distintos triatlones sprint, de Juan Escobar por todo lo que me acuerdo de él cuando siempre corro estas aventuras, de Graciani por lo que disfrutaría con el circuito y sobre todo de Luis Saldaña por los consejos que me había estado dando en días anteriores. Gracias a él bajé un par de puntos en lo que podría dar sobre la bici y por ello llegué muy entero a la media maratón final. Evidentemente no solo me acordé de ellos, ya que de Guille, Dani Seco, Julián, Fran Nieto, Paco Caraballo, Alberto López todas las niñas con Rocío, Marina, María, Cristina, Noelia… no me podía olvidar y me hubiera gustado poder compartir todos ellos esta experiencia.
Si bien no me paraban de pasar ciclistas durante este sector yo iba con mi mentalidad conservadora, ya que aunque perdiese algo de tiempo, mi cuerpo no estaba para forzar demasiado viendo cómo había estado de malo en días anteriores. Por suerte pude hablar durante las subidas con algunos corredores e hice algunos amigos durante el proceso, cosa que luego he podido mantener en días posteriores gracias a las redes sociales. Los últimos 15 kilómetros eran más relajados así que de ahí hasta Calella me di un poco de brío y eso me hizo llegar con muchas ganas a la carrera a pie.
Esta última transición fue muy importante para mí, ya que al bajarme de la bici comprobé que mis piernas iban bastante bien y no tenía sensación ni de fatiga ni de calambres. Mientras sustituía el casco por mi visera y tras ponerme los calcetines y las zapatillas de correr me puse un extra de protector solar, ya que mi color natural es el de los yogures y no quería quemarme durante la media maratón a pleno sol.
La carrera a pie la comencé con demasiado entusiasmo, de hecho en el primer kilómetro estaba yendo a 4:30 min/km, así que sabiendo lo fácilmente que me deshidrato cuando corro al medio día, decidí bajar bastante mi ritmo y simplemente regular para llegar bien a meta. Durante este segmento no paré de recoger cadáveres, ya que aún yendo a 5:30 min/km muchísima gente iba andando, algunos por fatiga y otros por lesión. Viendo el panorama, éste fue mi segmento más táctico, el más demoledor por toda la fatiga acumulada y por el calor que estaba haciendo (de hecho en cada avituallamiento cogía una botella y la llevaba siempre conmigo hasta el siguiente puesto, bien para beber agua o bien para irme refrescando con ella), ya que había muchas zonas sin sombra. Eso sí, en ningún momento lo pasé mal y de hecho me dio la sensación de que podría haber corrido una distancia aún mayor a la media maratón. En dos vueltas me encontré con Yeray, compañero del club que había ido a la prueba (cosa que hasta ese momento desconocía por completo).
Cuando ya por fin terminé el segmento de carrera y pisé la alfombra con la recta de meta toda la emoción, rabia y liberación tras las malas sensaciones que había arrastrado en días anteriores, hicieron que viviese el momento con muchísima emoción e intensidad. Me acordé de mi novia, mi hermana, mis padres, de mi conversación con Samer sobre si debía o no correr la carrera y de todos mis isbilyos con quienes comparto objetivos, retos e ilusiones. Todo mereció la pena. Deportivamente ha sido la experiencia más enriquecedora que he vivido, las personas maravillosas que he conocido y las cosas que he disfrutado a lo largo de aquel fin de semana me acompañarán toda la vida.
Aunque ahora estoy recuperándome con cabeza para poder seguir viviendo y disfrutando de estas aventuras con garantías ya tengo mi mente en el próximo reto.
¡Espero que todo vaya tan bien como en éste!»
Amigo Ricardo… ¡¡ERES UN AUTÉNTICO CRACK!!
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26 Junio 2017
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